sábado, 14 de febrero de 2015

ASÍ, COMO EL MAR LLEGA

ARS POÉTICA II


Claro que es bello el nombre del Mar Rojo 
del Mar Muerto
del Mar Mediterráneo
pues se ha de saber que la verdad de un nombre 
no se refugia en su etimología
sino en lo que sobre él han depositado 
muchos hombres e incontables siglos 
sucesivas edades
de glorias y de muertes: la palabra no es sólo su raíz
También y más aún está hecha de historia
Por eso entre otras cosas es que sabe decir
mucho más de lo que su pura raíz dice
He ahí uno de los secretos del arte del poeta:
decir lo más importante donde está la mudez y no la voz
−en apariencia, claro−
Pero también está toda esa humana vanidad de las palabras
y de cuanto celebra o tan solo registra
los hechos y los sueños de los hombres
(¿no es el mundo, a fin de cuentas
la gran trampa de Satán?)
Para volver al ejemplo ya aludido, son por supuesto bellos
los nombres dados al mar
pero acaso el mar en sí, en su propio corazón oceánico,
no se quiso nombrar
No pensemos necesariamente en un mar
muy significativo o importante
Tal vez meramente en un pedazo 
tan brillante y azul como cualquiera
pero adorablemente irrelevante, no sé, el Mar
de las Sirtes, verbigracia: puede que incluso este,
tan distante del gran protagonismo 
de los más memorables de sus pares,
en su móvil voluble musical corazón −que bonita
palabra para el mar, corazón,
palabra tan horrible en los humanos−,
hubiera preferido o prefiera pensarse sin un nombre 
sin la definición que un nombre encierra 
sin su pertenencia sin sus límites
Lo que no es propio como el nombre propio quizá quiere saberse
de todos y de nadie quizá incluso
ni siquiera le baste con saberse para todos los hombres
y ninguno en concreto quizá no sepa entienda ni desee 
siquiera ser humano
Hay en todos los mares, según creo, organismos vivientes
del sistema zoológico inferior y más primario
con hermosísimas pestañas vibrátiles: no tienen pensamiento 
y no conocen 
la vanidad del nombre
Tan primitivos son
que esas pestañas en ellos representan
la sensación químicamente pura
no especializada conforme a un carácter sensual dado
−el tacto,
por ejemplo, la vista o el oído−
La sensación en su forma más general y primera
no solo incontaminada de consciencia
sino antes de toda determinación en uno
o más sentidos: la relación-en-sí
de alguien con un todo
sin distancia sin juicio sin vanas logorreas
Así están estos gentiles organismos 
en el Mar de las Sirtes
Para ellos es sin nombre y tampoco se nombran a sí mismos
Y quizá todos los vastos corazones de los mares 
sus oceánicas gargantas 
que cantan o que susurran o que braman
no pronuncian tampoco nombre alguno 
Puede que digan lo que siempre han dicho   
sin nombres ni palabras 
Y qué bien y qué hondo lo dicen sin embargo
La evidencia pura lo real que se desnuda 
amante y hermoso como un joven dios  
habla sin mediación de conceptos ni sílabas ni letras
como el Mar de las Sirtes sin ser tal para ellos 
habla a los bailarines de pestañas vibrátiles 
que pueblan muchas aguas con sus coreografías ignoradas   
como a veces el amor habla a los hombres                                       
para enseñarles que saben y que han sabido siempre 
algo vital pero que no se aprende 
y ninguna palabra registra ni transmite   
algo que ya conocen por sí mismos 
los labios y la piel y el corazón 
−que solo aquí es puro−
Así, como el mar llega, 
como el amor enseña 
y no con las cansadas palabras de este mundo
quiere hablar el poeta