miércoles, 29 de diciembre de 2010

HASTA MAÑANA, JUEVES, KAMARADAS


Me invitaron a hablar sobre Barret ahí, y yo a mi vez os invito a todos, Kamaradas. Salu2! Y hasta mañana, jueves.



Dama Satán.



Montserrat Álvarez
No sé qué relación tiene con la fecha, pero eso no quiere decir que no tenga relación, sino únicamente que yo no sé cuál es. El cuento de abajo lo escribí en Nochebuena y lo pasé en limpio en Navidad, de modo que lo pego aquí como un regalo de ídem, por si les gusta, para vosotros, lectores, y muchas cervezas, sidrás, clericós y buena suerte son, ¡jo-jo-jo!, los deseos de

MonTse "Mamanoela" DamaSatán.

EL HOMBRE QUE QUERÍA QUE LO ENCERRARAN EN LA CÁRCEL

Una vez tuve el raro privilegio, a muy pocas personas concedido, de hablar con El-Hombre-Que-Quería-Que-Lo-Encerraran-En-La-Cárcel, y así fue como supe que este hombre no quería ser condenado a una pena temporal por un delito que pesara en su consciencia, sino que no quería nada menos que cadena perpetua, y que, de hecho, lo que en verdad quería no era una condena, sino una absolución, como él mismo expuso ante mí, añadiendo: “La libertad es parcial e inexacta, siempre es libertad condicional. Es un concepto imperfecto, o, mejor dicho, incorrecto. Es muy poco para mí, una palabra hueca y vanamente inflada, trivial y fanfarrona, sin substancia”, y bien, si no quería la libertad, “¿qué es entonces lo que quiere?”, le pregunté, y me dijo: “Lo duro y contundente, lo compacto, lo lleno de su peso, un pedestal de roca sobre el cual levantarme, lo absoluto: la libertad no la quiero; yo quiero lo inevitable”, al oír lo cual mostré curiosidad sobre cómo podría conseguirlo en este mundo inestable y sin firmeza, y él dijo: “Quiero que me condenen a prisión de por vida. Deseo que me metan en la cárcel con sentencia de cadena perpetua”, y yo observé qué sólo cometiendo un gran crimen lo podría lograr, pero me interrumpió con sus comparaciones entre la libertad y lo inevitable, que para él eran equivalentes a estar fuera o adentro de la cárcel, “¿qué es una casa?”, dijo, “¿frente a una celda con sólidos barrotes? ¿Para qué una ventana sin barrotes? Una ventana sin barrotes miente. Al lado de la cárcel, donde no hay adornos ni cortinas, decoración ni pósters, manteles ni relojes, una casa es como una pajarera, una jaulita adornada o una pecera en la mesa de la sala. Un destino de juguete, un cadáver de peluche, un dios a pilas. Una casa no tiene genuina realidad”, pero uno puede entrar y salir de ella si quiere”, aduje, “nadie entra ni sale de donde quiere ni a donde quiere, ¡nunca!”, me escupió, “no existen hombres libres”, afirmó, pero esta parte de su teoría a mí me parecía un poco floja, “no necesito un nombre, yo sólo quiero un número, no me merezco nada más que un número, ¡un número, sólo eso! El resto son leyendas, es mala poesía”, dijo, y le pregunté entonces si dentro de la prisión por fin descansaría, si una vez encerrado sentiría cumplida la justicia en su caso y al fin se quedaría satisfecho, “adentro, una vez adentro, con todo ya consumado, quizá querría otra cosa”, imaginó él en voz alta, “algo más completo aún, algo más definitivo, que me reduzca a cenizas, un gran fuego que borre y purifique, un diluvio que lave mis huesos de todas las mentiras de este mundo: yo quiero lo absoluto, lo mejor, lo perfecto, la destrucción, la nada, yo tengo hambre de nada, sed de nada, tengo gula y lujuria de la helada implosión que quemaría los aires dejando ciego al espacio con el golpe final de su luz blanca, quiero pelarlo todo hasta dejarlo en la pura osamenta de un leproso, quiero desintegrar hasta vaciarlo cada átomo del agua y de la tierra”, “¿es decir?”, pregunté entonces, “¿qué aún mejor que la cárcel sería para usted la tumba?”, “no”, me dijo, “no existe lo mejor, lo que existe es siempre lo peor, lo mejor es lo que no existe, lo mejor es sólo eso, es lo-que-no-existe”, y se miró las manos un instante antes de continuar: “En la existencia ya hay de por sí un exceso, algo injustificable, superfluo, hueco, estúpido: nacer es antiestético; no existe otro acto que sea de tan mal gusto”, “bueno”, dije, “nadie tiene la culpa de nacer”, “no, claro que no, ni nadie tiene la culpa de ser imbécil, feo o despreciable, pero eso no impide que lo sea”, escupió él, y, al sentir su fondo de violencia, estando ambos a solas, un ligero temor me rozó de costado como por una asociación de ideas que él, antes de que yo mismo pudiera detectarla, hizo audible preguntándome: “¿Qué era lo que usted me había dicho antes de que le hablara de la pecera y de la pajarera?”, y repliqué que yo le había dicho que para conseguir ser sentenciado a cadena perpetua tendría que cometer un grave crimen, pero entonces “¡No!”, me gritó en la cara El-Hombre-Que-Quería-Que-Lo-Encerraran-En-La-Cárcel, “¡No!”, me gritó como un loco de nuevo, “¡no, no, no! ¡Usted no entiende, usted no me ha entendido ni me entenderá nunca! ¡No!”, y se puso de pie, agitado y furioso, diciendo un “¡No!” brutal de tanto en tanto, y yo me limité a esperar que se calmara. El hombre al que yo no había comprendido hacía gestos raros mientras paseaba por el recinto estrecho de su cuarto, pisando ruidosamente las baldosas. Luego dijo: “¿Acaso no ve usted que cometer un crimen para que me condenen no tendría sentido, que quitaría a mi encarcelamiento lo que deseo yo, que es su sentido? ¿No le he dicho que quiero lo absoluto? ¿No ha sido usted capaz aún de darse cuenta de que sólo podría saciarme lo perfecto? No quiero ir a prisión por nada que haya hecho, sino por existir. Mis actos sólo son un accidente, una extensión de mí mismo, un simple apéndice; no quiero que condenen mis actos, sino a mí. No empañaré la limpieza de mi juicio y mi castigo proliferando en acciones que distraigan al verdugo de lo que debe extirpar: el intolerable absurdo de mi existir. No pido cárcel por lo que hago sino por lo que soy; no, no por lo que soy: yo exijo la cárcel porque soy. Debo expiarme a mí” Entonces quedó en silencio. En las dos horas siguientes no le arranqué más que algunos monosílabos sin deseo de tener ningún sentido. Oscurecía. Me levanté para irme. En el umbral, antes de salir del cuarto, lo observé durante unos minutos. Él tenía los ojos fijos en la pared. Ninguno hablaba. “No lo conseguirá”, le dije al fin. “Ya lo sé”, me replicó enseguida, secamente, y cerró la puerta con el pie, sin mirarme.
Montserrat Álvarez
Vereda de La Bodega, Barrio Las Mercedes, Asunción,
Viernes 24 de diciembre de 2010, 10 de la noche.

domingo, 14 de noviembre de 2010

A TODA BALA

Montserrat Álvarez Quiero postear pero me sale espuma. No, quiero postear algo porque esto está muy abandonado debido a que soy una persona desordenada y floja, pero justo ahora que quiero postear algo no tengo tiempo right now de escribir alguna cosa larga ni mediana sino sólo algo corto. POEMAS INVOLUNTARIOS: Aquellos que escapan a la decisión y a la consciencia de sus autores. Ilustrando la definición con dos ejemplos: A) Poema involuntario del técnico en computadoras: "No recuerdo dónde olvidé la 'memoria'". B) Poema involuntario de carteles de secciones de aeropuertos: "Pasajeros en tránsito". Sic transit gloria mundi, et caetera, et caetera. La próxima escribo más; lo juro sobre mi cuaderno lleno de inéditos, porque no tengo la Biblia al alcance de mi zarpa hic et nunc. Salu2, ladies & gentlemen, moussieures et mesdames, bitches & jerks, kamaradas en general y pasajeros todos en tránsito aquí presentes.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA HORA DEL DIABLO

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«Despertó a las tres de la mañana sabiendo que eran las tres de la mañana y pensó que había despertado varias veces a esa hora y sabiendo qué hora era sin tener ningún reloj a mano y que a veces había buscado el reloj, verificando que eran las tres, como verificó ahora, aunque no había pensado en esto hasta hoy, limitándose a observarlo sin particular atención ni extrañeza. Encendió un cigarrillo y reflexionó al respecto, pero no se le ocurrió nada interesante. Buscó circunstancias comunes. Uno: despertaba, sin importar si había dormido mucho o poco, con la mente despejada y sin rastros de la somnolencia propia del paso del sueño a la vigilia. Dos: despertaba con la mente limpia como una hoja de papel en blanco, una mente vacante y sin uso. Tres: despertaba sin estado de ánimo alguno, ni bueno ni malo, en disposición ajena al sentimiento, como si nunca hubiera sentido nada, no supiera cómo es sentir algo y no le interesara especialmente el tema. Cuatro: despertaba con un alto grado de energía física latente o potencia en reposo, pero sin la tensión que suele acompañar ese tipo de vitalidad: un cuerpo disponible, listo para algo, aunque sin propósito. Cinco: nada de esto era ni agradable ni desagradable, aunque, de ser forzoso elegir, se acercaría más a lo agradable. Seis: despertaba bruscamente, como por una sacudida eléctrica, un sobresalto, un llamado, un grito, el recuerdo intempestivo aunque oportuno de algo importante que hubiera que hacer precisamente a esa hora y que, por estar durmiendo, podría olvidar. Siete: despertaba en medio de un sueño agitado al que su mente tenía prohibido el acceso una vez despierta; todo intento de evocarlo se estrellaba contra un muro opaco y mudo, siéndole imposible pensar en el sueño del cual acababa de salir. Horas después, ese día por la tarde, conversando con un amigo, le preguntó: “¿Por casualidad te dice algo cierta hora, las tres de la mañana?” Su amigo, mirándole con fijeza, exhaló el humo despacio y luego pronunció con decisión: “La hora del Diablo”. “¿Por qué?”, le preguntó. “Al Demonio le agrada burlarse de Dios. Cristo expiró, salvando al mundo de sus pecados, a las tres de la tarde. La hora más alejada de aquella expiación son las tres de la mañana. Si Cristo murió a las tres de la tarde; a las tres de la mañana, lleno de horrible energía y dispuesto para el Mal, se despierta la Bestia llamada Lucifer”.»
(Desde Panoramaque comenté, hace unas semanas, como se narra en el párrafo anterior, esta recurrente experiencia, no he vuelto a despertar a las tres de la mañana. Ni he llegado a saber el por qué de este fenómeno ni, desde luego, a descartar tampoco de momento que no vaya a despertar a las tres esta madrugada.)

lunes, 1 de noviembre de 2010

MAÑANA!

Montserrat Álvarez
Hey, hey: Ladies & Gentlemen, your antention, please. Mañana, martes 2 de noviembre, a las 7 de la noche, todos a Lillo esquina Malutín. Andrés Velaztiqui expone. El que llega último es looser.



(En la foto, obviamente, yo. Estoy pensando
con un extraordinario nivel de complejidad y
hondura en el fenómeno de la experiencia
estética en general y del arte en particular.)

BARRIO PSYCHO

Barrio Las Mercedes, Asunción
Barrio Las Mercedes, Asunción
Barrio de Asunción
Barrio Las Mercedes

CABAYÚ

Caballo en una calle de Asunción
Caballo en Asunción
Caballo en una calle de Sajonia, Asunción
Caballo en una calle de Sajonia, Asunción







Bajé de mi corcel unos instantes para que podáis verlo en todo su esplendor; es una bestia intrépida.

sábado, 14 de agosto de 2010

MANIFIESTO AVIDA DOLLARS

A) EL ARTE SERÁ EFICIENTE O NO SERÁ

B) QUEREMOS PLATA

El buen gusto burgués creó al fläneur; el mal gusto, al turista. Nosotros somos turistas y nos declaramos tales. El flâneur no hace turismo: habita. No recorre superficies: se hunde en la ciudad, sus calles, bares y noches. Disidente, hijo pródigo de la burguesía, tiene su fuerza de clase activa y hacedora de historia. Pero la historia no entra en nuestra agenda; nos importa lo que haremos hoy. Lo sublime sedujo el buen gusto elitista hasta que al fin se unieron industria, arte y mercado y el mal gusto masivo destrozó al sujeto ilustrado, consciente, culto, para que nosotros disfrutemos sin tonterías del entretenimiento. Del snuff y el diseño industrial y los libros de autoayuda y etcétera, tediosos esnobs de Duchamp a Warhol o Almodóvar hicieron “concepto” sin disfrute, pero nosotros sí amamos la industria porque somos turistas y porque, la verdad, un libro nos aburre más que un Reality Show. Todo posible sueño se resuelve en un único tipo de placer que no nos pide duración ni hondura pero sí variedad, cantidad, zapping, desechar, encender y apagar cosas, ¿y qué nos importa no poder así nunca tocar la realidad con el deseo, o que “al cambiar de canal no cambie nada”? Si para que esto no fastidie basta más velocidad, y la velocidad exige consumir, no contemplar; y si nos identificamos con los famosos sólo en la virtualidad pero no en la realidad, ¿qué nos importa, cuando ellos superan toda realidad en el éxito, que es algo que logran pocos pero que puede ser consumido por todos? Somos turistas virtuales y no flâneurs sudorosos, ¿y qué importa? El flâneur vivió en la época ya muerta del arte inmortal y los grandes sistemas filosóficos, del misterio de las calles a pie y no por internet, ¿y qué nos importa a nosotros que la caminata de ese vagabundo sí fuera real si nosotros vamos más rápido y más lejos con un control remoto, y qué nos importa que lo real sí sea intenso, cuando la intensidad es tan difícil y nuestro placer en cambio es tan fácil y cuando no hay, por fortuna, límites a nuestra capacidad de llenar ojos y oídos, y cuando uno mismo puede ser el programador de sus experiencias con sólo un poco de tecnología cada vez más barata? Y que sean experiencias virtuales, ¿qué nos importa, si lo compensamos con límites extremos de golpes y de efectos? Y aunque lo real sea lo más extremo, ¿quién quiere lo real, si la estupefacción es mucho más accesible que cualquier intensidad? A nosotros lo interesante ya no nos interesa porque nos sabe a poco y nuestra voracidad y compulsión exigen siempre más, exigen lo chillón y hasta lo nauseabundo. Por lo tanto, declaramos en este Manifiesto que desde hoy el arte no dará tiempo a la sensibilidad para que “aprecie” nada sino que deberá golpearla hasta que no sienta. ¿No veis que el público, de un obvio masoquismo; no quiere ser tratado con respeto? Y menos aún el arte. No hay que ser ningún genio para darle al mundo lo que ahora necesita: hay que ser un showman. Todos los deseos al fin se visten igual y así es como hay que tratarlos. ¿Algún aburrido hipócrita finge asco o arruga la nariz? ¿Es que acaso el artista tiene que ser un angelito? ¡Al revés, tiene que ser un empresario! Para hacer arte ya no necesitamos vacuas pomposidades como “profundidad”, “originalidad”, “autenticidad”, “sentido”: sólo necesitamos eficiencia. ¡Desde este momento, el arte será eficiente o no será! Declaramos que será el más aplicado alumno de la diestra escuela estética de la publicidad. ¿Por qué no, a fin de cuentas? Y, por supuesto, basta de todos esos catecismos sobre el “desinterés”.

martes, 3 de agosto de 2010

OTRO SUEÑO -SUEÑO DE CAMINATA

Sueño acerca de qué es la belleza o acerca de por qué se produce la belleza:

Soñé que estaba en una tierra extraña y había perdido la belleza, así que salía a buscarla por las calles esa noche. No podía dejar de andar hasta encontrarla. Tenía que devolver la realidad a las cosas. No conseguir hacerlo suponía algún grave peligro. En cierta esquina, me detuve ante el jardín delantero de una pequeña casa; las plantas tenían flores muy extrañas, poderosamente llenas de luz por dentro y rodeadas de una suave e inquietante radiación en torno a sus pétalos translúcidos, que eran como hojas finísimas de vidrio de colores, aunque de flexible vidrio, y esa radiación que las rodeaba era en parte celeste, en parte lila y en parte de un blanco lácteo. Pensé que había encontrado lo que buscaba, porque ese jardín umbrío podía estar siendo parte de la vigilia o del sueño, de lo real o de lo alucinado, de la locura o de la cordura, pero era lo suficientemente hermoso como para tener una absoluta e indudable realidad. Pensé o entendí entonces: “Sin la belleza las cosas no tienen realidad. La belleza es la base de la realidad en cada cosa. Por eso perder la belleza es un grave peligro: es el peligro de perder la realidad del mundo, la de la vida misma y la del propio yo, y, así, volverse loco”. Supe que era imprescindible recordarlo al despertarme.

jueves, 29 de julio de 2010

OTRO SUEÑO

Sueño: sábado 17 de julio, 2010, 12 del mediodía: De cada una de las palabras existentes, cada persona recibe, al llegar al mundo, una sola unidad. Por ende, puede usar cada palabra sólo una vez a lo largo de toda su vida, y ésa será la primera y la última vez que la use. Pero, a cambio, por esa única vez la palabra significa realmente lo que quiere decir.

sábado, 3 de julio de 2010

quiero ser mártir

hey, atención, paraguaaaay: he decidido suicidarme sin esfuerzo dejando que las masas me suiciden: sabed que en este momento no tengo nada de ropa puesta, excepto una remera roja y gualda, colores del vino tinto y del vino de jerez --y de la bandera española. que gane el mejor, señores >8-D Alea jacta est.

moi même, dama satán
(r. i. p.)

martes, 29 de junio de 2010

GOOOOOOOOOOOOOL

Montserrat Álvarez
No entendiendo de alto fútbol ni del argot de sus especialistas, la sutileza de cuyos conceptos –“intencionalidad de gol”, etcétera- es para mí hermetismo, tampoco entiendo que se pueda pasar indiferente ante las pasiones del triunfo y la derrota que sacuden los días y noches del mundial, y menos aún me es dado concebir que se pueda considerar cosa como ésta algo a) particularmente irracional, b) estúpido o c) carente de importancia. Cierto, es irracional, pero ¿particularmente? ¿Por qué estúpido? Y, desde luego, no carece de importancia. Breve e ilusoria liberación de todo, pese a que, igual que otros instantes cuya vitalidad excede la rutina, terminará con la resaca del tedioso despertar a la vida cotidiana y el regreso de sus odiosas jerarquías, brinda el pasajero soplo de aire fresco de la hermosa ilusión de que éstas no existen, o, más hermoso aún, de que es posible vivir sin ellas. Un gol de Paraguay es un gol igualmente para el panchero y el gran empresario; la victoria es la misma para todos, y a todos mueve igual expectativa. Simulacro de gran crisis histórica o lúdica parodia de un estallido revolucionario que desordena vidas y convenciones y destruye el hastiado vegetar de países enteros, personalmente me atrapa y emborracha y es más, me enciende el ánimo como lo podrían hacer el carnaval del Medievo, las Saturnales romanas, las bacanales de la Europa pagana. Libres del uniforme de los días ordinarios, con el rostro cubierto con gruesos trazos de pintura del color de nuestro equipo, igual que tras las máscaras que se usan en Venecia en festividades semejantes por su masivo caos, podemos ser al fin más de lo que habitualmente la realidad permite que seamos: ser todo lo que en condiciones normales nunca nos dejan ser. ¿Qué puede ser más importante que esto? Personas con preocupaciones culturales e intelectuales más serias que el fútbol dirán: “Es una ilusión”. ¿Y si, por el contrario, instantes como éste fueran la verdadera realidad, y la vida corriente que ellos consideran lo real fuese una mentira? Personas con preocupaciones sociales y políticas más serias que el fútbol, fruncido el sabihondo ceño, dirán: “Es sólo un juego”. Pero todo aquello que importa, lo más serio, ¿no es acaso un gran juego, un juego importantísimo, real y peligroso? Y otros podrán lamentarse: “Cuando termina el Mundial uno regresa a la vida de siempre y no ha cambiado ni mejorado en nada”. Craso error amargarse, al llegar a una fiesta, pensando en que al día siguiente hay que volver al laburo. Eso no impedirá que la fiesta termine, pero sí impedirá que uno la disfrute. Y así como la fiesta es ilusoria, y así como no es seria, y así como es tan breve, y así como siempre acaba y hay que apagar las luces, cerrar la puerta y marcharse, así, también, es la Vida.

viernes, 25 de junio de 2010

Kurupí (paraguay-akärakú): La escena cultural paraguaya, carta de Vicky Torres para Cuadernos Hispanoamericanos

Montserrat ÁlvarezKurupí (paraguay-akärakú): La escena cultural paraguaya, carta de Vicky Torres para Cuadernos Hispanoamericanos

Ilustro la carta de V. Torres publicada en Cuadernos Hispanoamericanos y posteada por C. Bogado en su blog posando para la foto en mi escena cultural paraguaya. Salud.

lunes, 14 de junio de 2010

IMPOSIBLE

-¿Cómo es que no has visto "Misión Imposible"?

-Porque no me gustan las películas de acción
donde un tipo con corbata y maletín
salta de avión en avión
corriendo con mocasín
y ésta es mi definición
de este género de film

RESACA NEODARWINIANA

Para dejar de lado los juicios de valor (porque son, obviamente, de mal gusto, contrarios a la lógica e inútiles), el carácter minoritario de las mentes originales no necesita leerse como signo de superioridad: basta considerar la conveniencia, para los fines de la especie, de una mayoría menos tendiente a disentir y capaz por lo tanto de fundar un consenso (de valores, de modos de sentir, vivir e interpretar, etcétera) que garantice la estabilidad y la preservación de la cultura, así como considerar también la conveniencia de que se den, en cantidad pequeña, esas anomalias capaces de innovar, ya que son el factor que dinamiza la historia. Así, la mayoría sostiene el orden que la minoría, que merced a su inferioridad numérica no llega a destruir hasta sembrar el absoluto caos, renueva con aquellos de sus hallazgos que merecen tener repercusiones de cierta magnitud. Sobre el sólido piso de la masa es fecundo que brinque un poco la inestable rareza extraordinaria. Esto podría explicar que la especie continúe hasta ahora produciendo ambos tipos de individuo y en la misma proporción.
Buenas noches y hasta el próximo milenio. Zzzzzzzzzzzzzzzz...

miércoles, 9 de junio de 2010

CHAT

me: El viernes, a esperar la medianoche birrreando. Pues el sábado 12 cumplo medio siglo. ¡Os espero en "Rock'n'Pizza", kamarada!
enrique: Ok, camarada de letras y armas...
me: ¡Bien ahí! Siempre listos. Te espero, colega ;-D
enrique: Che, pregunta de TeVeo: ¿medio siglo ya? No parece...
me: La técnica para domar el tiempo es tan antigua como el demonio y la sangre humana.
enrique: Estaba viendo una entrevista a Bob Dylan y le preguntaban como hacia para seguir vigente (en las giras y etc)
me: Si le sumamos lo que esa gente, los "psicólogos", llaman "inmadurez emocional", uno dista de representar sus años. ¿Y qué respondía dylan?
enrique: "I made a sort of deal with ehhh ahhh bel, mmm the chief"
me: Jejejé XD bien ahí el viejo. Le quedó súper cool eso, juaz
enrique: ¿Y que haces despierta a estas horas? ¿O estás en modalidad vampiro?
me: En cuanto a lo que apuntó Dylan, yo añadiría que hay que estar un poquito zafado también. Eso ayuda. Las personas muy sanas mentalmente, o las personas realmente normales y sensatas, envejecen mucho más rápido que uno, si uno está rayado. Por lo menos me ha parecido observarlo casi siempre. Mujeres de mi edad que parecen mi mamá son, invariablemente, gente cuerda.
¡Ah, la hora! Juaz. ¿Y vos, che? Lo mismo digo. ¿Por dónde amaneciste? ;-)
enrique: Satanás se compadezca de ti, dándote más latigazos y aumentando la temperatura a 5000 °C.
me: Qué perspicaz, Sherlock. En efecto, cuando me preguntan por qué me quedo en este país no puedo responder la verdad, pero me pillaste todo: por eso vivo en paraguay. En cualquier otro sitio paso muchísimo frrrrrío. Pero este clima me encanta. Es lo más parecido que he encontrado al Infierno

domingo, 6 de junio de 2010

DIVAGUE DE HOY

La locura no es una desviación perversa de la norma de la especie, sino la misma norma de la especie, y más aún, la condición de existencia de la especie. Sólo por la locura se hace posible que haya cosa tan atroz como la vida humana contra la evidencia patente de la muerte, la miseria, el horror, la desolación, la pérdida y todas las formas de la imperfección y la tragedia en que consiste el tiempo. Puesto que el tiempo surge como la estructura de lo que se genera y se corrompe, el horizonte de lo temporal es el morir. Si el ser –que es eterno y está fuera del tiempo- excluye la nada, el tiempo la incluye por necesidad lógica. La nada, es decir, la muerte y las tristes figuras de la muerte: lo irremediable, la ausencia, la oscuridad, la vejez, el dolor, la imperfección, el adiós, la decadencia, el silencio, la nostalgia: frutos todos del tiempo, como la fuerza, el brillo, el esplendor y todas las hermosas figuras de la vida. Y para que cada uno de nosotros, criaturas trágicas sin excepción, aun –o más aún- las más necias, banales y dichosas, sigamos cada día existiendo pese a este terror irremediable, y saltando de la cama y haciendo cosas, grandes y relevantes o mínimas y anónimas, civilizaciones y guerras y obras de arte y teorías científicas y filosóficas, o simplemente viajes cotidianos a la despensa o a la oficina, es preciso que, en un sentido clínico, nos gobiernen mecanismos psicóticos. Tal como el llamado “loco” niega lo que su mente no resiste y actúa como si un trozo de la realidad, que él no soporta, no fuera real –por lo cual las personas que saben que ese trozo sí es real, y en función de eso lo denominan “loco”, de igual manera que los especialistas juzgan que la negación, defensa psicótica, domina su psiquismo-, las personas “normales”, para actuar y vivir normalmente, hacen como si el lado más fatal de lo real no existiera, con el propósito de poder seguir viviendo. Por el criterio democrático del consenso y la estadística, la locura de uno es locura y la de todos es normalidad. Desde luego que la democracia no tiene nada que ver ni con la razón ni con la inteligencia. Un error de millones de seres sigue siendo un error, y si yo, contra la opinión de todos los demás, pienso y afirmo un acierto, por tener de mi lado la razón soy ya, aun cuando en mi postura esté por completo a solas, una absoluta mayoría.

lunes, 10 de mayo de 2010

OTRO SUEÑO

La Sombra me dijo:
«Tres llaves: elige. La primera abre la puerta que lleva al mundo de la Realidad: mira, allí te esperan personas sonrientes y morada, el calor de la especie, la familia, un techo contra el sol, contra la lluvia, un plato de comida caliente entre los tuyos, el refugio y los dones del hogar. Ya viste bien; ahora voy a cerrarla.
«La segunda llave abre la puerta del mundo de lo Posible: allí te aguardan la pasión, la aventura, el placer y tus prójimos en las esquinas raras del universo humano; también allí, aunque sea distinto, gozarás del amparo de las cosas reales. Observa bien; ahora voy a cerrarla.
«La tercera abre esta puerta, que conduce a lo Imposible: es el mundo de tu mente. ¿Ves? No hay nada; está vacío. Te espera para llenarlo con todo lo que no existe.
« ¡Elige! ¿Qué llave quieres?»
Sin pensarlo, « ¡La tercera!», exclamé riendo mientras la atrapaba; me la guardé velozmente en el bolsillo, para que la Sombra no pudiera quitármela, y, en ese preciso instante, todo desapareció.

EL INTERIOR DE SUS NOCHES

Montserrat Álvarez
Montserrat Álvarez
Montserrat Álvarez

OTRA VEZ LAS NOCHES DE ASU

Montserrat Álvarez

ASUNCIÓN INTERIOR 2-LA VIDA DE LAS NOCHES

Montserrat Álvarez
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«Narcisista químicamente puro: Dícese de quien se mira el propio ombligo»


ASUNCIÓN INTERIOR 1-LOS ESPECTROS DEL DÍA

Montserrat Álvarez
Sí, el anterior quedó de costado. Lo siento

ASUNCIÓN EN COLECTIVO 3

¿Y bien, señores, qué tal dibujo?

Cuidado, Asunción, pòrque ya estoy llegando

Montserrat Álvarez

ASUNCIÓN EN COLECTIVO 2

Montserrat Álvarez
I’m a passenger

ASUNCIÓN EN COLECTIVO 1

Montserrat Álvarez
Last bus to Asu

ASUNCIÓN A PIE

Boris
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Peatonal rock: viñeta urbana con los perros (Boris)


PARAGUAY-ITÉ 2

Casa del interior de Paraguay
Y esto también, si no más.

PARAGUAY-ITÉ

Campo paraguayo
Yes, indeed. Esto es Paraguay. Ité.

PARAGUAY LISÉRGICO

Paraguay al anochecer
Real pero inhabitual

PARAGUAY RETRO

Sentimentalismo sepiaPaisaje paraguayo

miércoles, 5 de mayo de 2010

BARRET

El viernes pasado, 30, en el patio Rafael Barret del Sindicato de Periodistas, brindamos por Barret con algunos amigos por el centenario de su muerte, que se cumple este 2010. Primer brindis de un año que aún no está por la mitad y del quedan todavía por compartir varias copas. A la (pésima) salud de Barret. Esto es lo que yo leí esa noche:

MI HOMENAJE A BARRET

Hay cosas que se pueden aprender estudiando. Otras no. Así, doctorarse en filosofía no convierte a nadie en un filósofo. Stricto sensu, ese saber es banal. Para entender realmente hay que entender desde adentro. Tampoco es poeta el que se pone en “modo poeta” mientras escribe poemas. A la poesía no le importan tu agenda ni tu conveniencia y no pide turno con la secretaria. Si te agarra mal no vas a escribirla: vas a caminar, beber y hacer el amor con ella. No la podrás cerrar al cerrar tu pc o tu cuaderno: se te quedará en los nervios, los huesos, el cuerpo y el cerebro. En el caso de la filosofía, por ejemplo, entender la ataraxia por su etimología y por su historia es entenderla como un licenciado o un erudito, no como un estoico, que era capaz de desearla: es entenderla desde afuera, no desde el adentro mismo del deseo. No es saber: es información. La información no hace justicia intelectualmente a la filosofía. Lo que se entiende así son palabras vacías; no es entender: es tener ingresada información como si fuera uno la wikipedia. Lo que se dice pero desde adentro pertenece al que lo dice como un trozo de su piel. Lo que dice un licenciado lo puede decir por igual cualquier diccionario, porque no es suyo: lo ha tomado en préstamo. Ser anarquista a partir de argumentos en base a información acerca de los conceptos y la historia de las ideas políticas y de las luchas sociales es tener un anarquismo alquilado. Alquileres y préstamos asfixian a todo cerebro con síntomas crónicos de libertad. Barret, con su rigor, su capricho, su destreza lógica y su descarado desdén por la sistematicidad en su obra y en su vida, fue uno de los pocos hombres libres de la historia paraguaya, donde no entrar en roscas y argollas que agrupen y excluyan por pactos grupales y no por méritos individuales es ser un outsider. Muerto, lo podemos evocar en el Cabildo, en el Cente o aquí. Vivo, muchos de nosotros, si no todos, diríamos que qué pena que sea tan bocho pero tan raro que no se le puede ni hablar y no entraría en el staff de ABC ni de E’a ni de TVeo ni de Wild aunque escribiera y pensara mil veces mejor de lo que todos ellos juntos podrán hacer jamás ni aunque vivan mil años y aunque no tuviera ni un peso en el bolsillo: una rosca es una rosca, una mafia es una mafia y la diferencia sólo está en las dimensiones. Pactar con el poder es natural en los que tienen implicados en él sus propios beneficios e intereses, como lo es no pactar en los que de él no obtienen beneficios y como también es natural en los que siguen a los “buenos” creer que éstos no son una rosca pero que los “malos” sí, etcétera. Pero un anarquista no pacta con nadie. Barret no tuvo ni tendría, si aún viviera, lugar en ninguno de estos bandos. En cambio, lo seguro es que molestaría en todos.
No es raro decirse anarquista. Es raro serlo, y serlo de pies a cabeza, como se es largo o corto de brazos y piernas, por ejemplo. Barret lo fue. Y eso significa que fue en todas partes una presencia inquietante, incierta, perturbadora. No soy una autoridad en Barret ni en nada. Personalmente, además, la autoridad me da asco. Mi versión de Barret es conscientemente parcial y está teñida de mis propias ideas y de la importancia que doy en la vida y en el arte al riesgo, a la audacia, al error y a la imaginación. Mi Barret es un looser que pudo tener todo lo que otros buscan pero no quiso, un voto en contra siempre donde los otros voten a favor y un fastidio universal, pero también un tipo encantador y con todo el ingenio y el talento del mundo. Es un antisocial, pero también la mejor compañía para chupar a lo loco y divagar a lo grande. Es un esquizo estrafalario, pero también el cerebro más brillante que con seguridad muchos habrán podido conocer en su vida. Un paria muerto de hambre, pero también un paria altivo y hasta bello. Un mendigo, pero un mendigo elegante, de cuerpo y gestos de príncipe. El peor enemigo de las ideas decentes y de las vidas sensatas y el gran amigo de los insensatos y de los indecentes. Una vida desperdiciada para la felicidad y una muerte solitaria, pero también un fenómeno de esplendor y potencia que al borde de la tumba pide otra ronda antes de que le cierren para siempre el boliche. Sin su familia y su clase originarias, sin pactar con grupos de interés chicos ni grandes, sus ideas no tienen dueño. Si pasa hoy por aquí, lo pillaré chupando en una esquina oscura. Para brindar por su muerte y para pasar la noche prefiero buscar a ese Barret mal visto y de cerebro afilado como una hoja de acero, lleno de vida, locura, humanidad y talento, gran perdedor de los pequeños juegos que ganan casi todos, brillante, tarado y divertidísimo. El Barret útil para reforzar propagandas, maquillar mezquinos pactos y ennoblecer mediocres alianzas se lo dejo a los que lo usarán, porque para serles por fin útil tiene que haber dejado de fastidiar, de disentir y de ser siempre distinto; o sea, tiene que estar muerto.
Que Barrett vino y se quedó y fue paraguayo a su manera es obvio. Que nació y vivió sin ningún compatriota aparte de sí mismo y sin otro país aparte del país de un solo habitante de su propia mente fue un duro privilegio que quizá ya le fue dado cuando su padre llevó a su madre a parirlo a una islita del Cantábrico ante el embajador de Inglaterra haciéndolo nacer súbdito del Imperio Británico. Que además de ser inglés y paraguayo fue tan español como su amigo Valle Inclán, que al visitar Paraguay en 1910 lo buscó y no lo encontró porque estaba citado en Arcanchón con la muerte y tres semanas antes había salido de viaje buscando un auxilio médico que no lo salvó, nos consta. Y también que dejó España furioso y para siempre porque tras retar a duelo a un tal Azopardo éste pidió a un tribunal de honor que impidiera el encuentro y lo logró. Y que ante la sociedad elegante de Madrid, en una función de gala en el Circo de Parish, Barret golpeó al presidente de ese tribunal, que era el duque de Arión, y que al día siguiente todos los diarios publicaron el escándalo y pasó una temporada en la cárcel. Y que en noviembre las primeras planas de los diarios anunciaron: “El joven Barrett se ha suicidado”, y meses después anunciarían el “suicidio desmentido”. También sabemos que fue un gran espadachín con varios duelos en su haber. Y que al llegar aquí publicaba en El Español artículos que, por su prestigio, no eran revisados ni corregidos, y los siguió publicando hasta que un mal día el editor tuvo la infausta ocurrencia de leer uno, y al reñir a Barret recibió un golpe que le hizo dar con sus huesos en la calle. Y también que antes que metódico en el mal sentido de la pasiva erudición, Barret fue original. Y, ya lo dije, que era un tipo divertido, y no pongo divertido en un sentido frívolo, sino en un sentido que no excluye lo trágico. Y en medio de las cosas que sabemos de Barret, lo que lo trajo a Paraguay se ignora.
Su amigo Viriato Díaz Pérez, otro español que también tuvo por destino irreversible este país curioso donde tantos raros caen y se quedan sin que ni ellos ni nadie sepa hasta hoy día por qué, me hizo reír con esto que leí el otro día: “El gomoso de Madrid, aquí en el Paraguay, sin que se pueda decir cómo ni por qué evoluciones, había devenido apóstol de la masa oprimida”. Aún no he descubierto cómo resolver el enigma de este país fantasma, que se borra totalmente al cruzar la frontera y del que en todo el resto del mundo no existen siquiera sombras en la mente de ningún ser vivo y en el que a veces hasta los amigos distantes, con esas bromas que en parte van en serio, dicen que no creen, porque nadie ha visto nunca Paraguay, así que uno se lo ha inventado. Todavía no he pillado el truco por el que bichos raros como Barret vienen a dar aquí y ya no se marchan. Una mente fiel sólo a sí misma necesita ser feroz para vivir en cualquier parte, pero para vivir en Paraguay necesita serlo aún más. Quizá por eso irse de aquí sea difícil si uno es orgulloso y terco. Y sobre todo cuando después un tiempo de estar en Paraguay uno descubre que se ha quedado sin plata para el pasaje de vuelta ni perspectiva alguna de tenerla. No hay otra salida que seducir al coreano para que te raye ñoños. Y ya está, viejo: fuiste. Como un yerbal barretiano, te atrapó el Paraguay.
Esta versión de Barret que ahora les cuento a ver qué les parece implica en las ideas de Barret la noción que ya les comenté de la experiencia filosófica como algo más complejo que la información y en general mi noción del pensamiento que incide en la vida volviéndola a su vez factor del pensamiento en un proceso de expansión recíproca. No incurriré en el sentimentalismo de hacer la apología de Barret por la autenticidad de sus convicciones anarquistas y la coherencia entre sus actos y sus ideas; pretendo mostrar en él como figura y como pensador y escritor ese concepto habitualmente malinterpretado como superficial, que es el concepto de estilo. El estilo como lo verdaderamente más profundo. El carácter honesto e impaciente de Barrett formó su estilo literario y su vida. Hizo a ambos impredecibles, chispeantes y feroces. Aunque no áspero ni seco: antes de morir tuvo tiempo de hacer feliz a su “menuda”, Francisca, y sorprenderla a veces con cosas raras, como cierta postal con rosas dibujadas donde le escribe: “Le mando estas flores que no se marchitarán nunca, porque son de mentira”.
La vida, la de verdad, se marchitó y terminó en 1910. Nos quedan todos los brillantes artículos que nunca le pagaron. Nos quedan todas las soberbias conferencias que no pudo cobrar. Nos quedan la tos y el hambre que recibió de todos y de ninguno en esa antigua y monstruosa conjura de los rebaños que lo condenó a muerte sin tener el valor que tiene hasta un verdugo: saberse ruin. Nos queda la mano franca tendida a este mundillo que desvió la mirada para ahorrarse problemas. Nos queda la vergüenza.
Su paisano Díaz Pérez, el que terminó aquí también y sin saber por qué tampoco, escribe con pena tras la muerte de Barret que este mundillo tenía mucha razón al desconfiar y temerle. Que la declaración sincera y valiente que desconcierta y el pensamiento extraño, brillante y sugestivo alteran y amenazan. Que Barret al morir devolvió la paz a mil escritores e intelectuales mediocres, que encima se declararán afines a él sin que eso les traiga ya problemas. Que Barret fue mísero con todo su talento y ni en el Colegio Nacional se pudo ganar la vida. Que escribiendo como todos sabemos los diarios se creían generosos si le publicaban gratis. Que la última noche que vio a Barret, al que hospedó en su casa por la lluvia, Barret ya no dormía ni siquiera con el reposo de sus grandes amigos, los trabajadores cuyos músculos al menos, por la fatiga, descansan, sino con un sueño minado ya por el agotamiento moral y físico de los años que llevaba en Paraguay. Y esto tiene que ver con el estilo. La cosa perecedera que uno es, si no pacta con la gran institución de la cultura para cargar en su disco información sin vivirla, si vive lo que piensa y piensa lo que vive y vuelve del revés todo lo pensable para entenderlo pero desde adentro, al pensar ideas vividas pensará ideas suyas, no prestadas ni alquiladas. El estilo, marca del ritmo con que uno respiró, teñirá eso que le antecedió y que le sobrevivirá, la palabra, con su sangre y su muerte. La carne que recubrió su osamenta de cadáver dará su calor a lo perdurable.
Porque el estilo es lo más profundo y a veces lo más trágico, Barrett ilustra la diferencia entre pensar o escribir como anarquista y, por el contrario, ser un anarquista. No hablo de coherencia ni de moral (a mí, personalmente, me da asco la moral) sino de una complejidad en el plano intelectual que expresa el destino e incide en él, como todo cuanto es, al final, lo que importa. Por eso en la velada que relata su amigo Viriato hay algo muy triste. Y sin embargo, y aunque a Barret esa noche ya le quedaban sólo un par de años de estancia en este mundo, cosa que ambos amigos no sabían entonces, la escena está llena de vida, belleza, entusiasmo, alegría, y uno quisiera estar ahí entre sus discusiones vehementes y su despilfarro de fuerza, de humor y de inteligencia. “Altanero”, pinta Díaz Pérez a su amigo muerto, “mordaz, valiente y amigo de aventuras, generoso, más aún, pródigo; sin la menor inquietud por el mañana; tenorio y polemista, siempre en pendencias y duelos, protector de desvalidos y quijote perpetuo”.
En reunión con Carlos Bazzano y Eulo García, que saben a qué se exponen si me invitan a hablar en público y a los que estimo por esa temeridad entre otras, Eulo habló de hacer algo más cercano a Barret de lo que otros harían en otro lado. Para variar, me dio por discutir. Él dijo: “Todos sabemos dónde estamos, Montse. Y no es con los que celebrarían a Barret en el Cabildo”. “En el Cabildo, el Cente o el SPP”, respondí, “yo sé siempre dónde estoy, y es el mismo sitio: afuera”. Eulo se rió: “Entonces ya ves que es cierto: también vos sabés dónde estás. Y deberías decirlo”. “Es inevitable que lo diga”, afirmé de inmediato. “¿Por qué?”, preguntó Eulo. “Porque ése”, respondí, “es mi homenaje a Barret”.




MONTSERRAT ÁLVAREZ

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