lunes, 28 de abril de 2014

LA NOCHE DEL LIBRO




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Porque la historia es también historia de la ficción, y porque es también historia ficticia de lo real y porque es también historia de las historias ficticias, en ocasión efemérica de hablar del Día del Libro celebrado esta semana, yo elijo hablar de los libros fabulados, alucinados, delirados y temidos, perseguidos y deseados, incendiados y malditos. 


LA NOCHE DEL LIBRO

Hay libros sobre personajes inventados y vidas de ficción, hay libros sobre otros libros y hay libros cuyos personajes leen libros que existen solo dentro de esos libros que tratan de las vidas de esos personajes de ficción. Los libros reales han creado todo un mundo de libros ficticios paralelo al nuestro y al lado de las bibliotecas reales han crecido bibliotecas infinitas, fabulosas, cuya enorme sombra mágica cubre la historia de la humanidad y la de la literatura.

Porque la historia es también historia de la ficción, y porque es también historia ficticia de lo real y porque es también historia de las historias ficticias, en ocasión efemérica de hablar del Día del Libro celebrado esta semana, yo elijo hablar de los libros fabulados, alucinados, delirados y temidos, perseguidos y deseados, incendiados y malditos.

Elijo hablar del prodigioso y potente universo de Gargantúa y Pantagruel, ese libro en el que Rabelais describe libros. En el que describe los libros que contiene la Biblioteca de San Víctor, sita en algún lugar de los alrededores de París y cuyos estantes, entre varias otras grotescas joyas luminosas de la sabiduría escatológica, guardan el De modo cacandi de Tartaretus y el Ars Honeste Petandi in Societate de Maitre Hardouin de Graetz.

Elijo hablar de la carcajada atronadora que el 10 de agosto de 1840 resonó con la subasta de la biblioteca del último conde de Fortsas: cincuenta y dos valiosos títulos nunca descritos hasta entonces en catálogo alguno. Acudieron coleccionistas y expertos de toda Europa el día señalado y descubrieron que no había conde, notario ni biblioteca: todo había sido uno de los memorables y pesados chistes del militar retirado y gran bromista Renier-Hubert Ghislai Chalon.

Elijo hablar del espectral Emmanuel Goldstein, principal enemigo del régimen que conspira contra el Gran Hermano en el opresivo, triste 1984, de George Orwell: Goldstein, autor ficticio del ficticio libro Teoría y Práctica del Colectivismo Oligárquico, que llega hasta las manos del desdichado Winston Smith para perderlo.



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Elijo hablar de Aristóteles, pero no del Aristóteles que escribió lo que nos consta y tenemos, sino del otro, del imaginado, del doble supuesto del filósofo histórico, que muchas mentes forjaron al imaginar al Aristóteles real concibiendo y escribiendo la también imaginada segunda parte de su realmente existente Poética: como en ella el Aristóteles real anuncia: “Pues bien, acerca de la imitación en hexámetros y de la comedia hablaremos más tarde” (Poética, VI, 1449b), y como el libro no llegó a nosotros completo, esa Segunda Poética se volvió un mito.

Libro mítico que Umberto Eco hace, en El Nombre de la Rosa, que aún no se haya perdido en la época de su relato y que sea el libro maldito y envenenado que desata las muertes en la abadía benedictina en cuyo scriptorium Guillermo de Baskerville y Jorge de Burgos discuten, pues De Baskerville sabe que, en su tratado De las partes de los animales, Aristóteles dice que el hombre es el único animal que ríe. (A su vez, por cierto, un oscuro apócrifo contemporáneo, en su mil veces anunciado pero hasta donde se sabe aún inédito Diccionario de Dama Satán, ha glosado esto añadiendo que el hombre es también el único animal que da risa).

Elijo hablar del Al Azif, del que, hasta donde llega el conocimiento humano, en el mundo entero solo quedan cuatro copias (el original, escrito en el siglo XII, se ha perdido), obra del poeta Abdul Al-Hazred, tristemente célebre por sus invocaciones de seres que no deberían haber existido nunca ni en la mente de un monstruo y porque se entrevé en él un extraño (para la época) dominio de la física del tiempo y el espacio. Cuando se tradujo al griego con el título de Necronomicon, el patriarca Miguel ordenó que fuera destruido, pero una copia llegó a las manos de Olaus Wormius, que la tradujo al latín y la imprimió. Esos últimos cuatro ejemplares del libro maldito están, uno en la Biblioteca Widener, de la Universidad de Harvard, otro en la Biblioteca Nacional de París, otro en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic, en Arkham, y otro en la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires, pero ningún investigador ha logrado obtener jamás un permiso de ninguna de esas cuatro bibliotecas para leer ni siquiera una sola página del Necronomicon. No existe institución académica en todo el mundo capaz de autorizar a nadie a leer el Necronomicon. Porque el Necronomicon solo existe en los libros que lo citan y que a veces transcriben fragmentos aberrantes de la obra nefanda del árabe loco Abdul Alhazred, fragmentos que se multiplican como la metástasis de un cáncer de caos cósmico, de pavor inhumano y desolación abisal desde que Howard Philips Lovecraft habló por primera vez de este libro fatal cuya lectura enloquece sin remedio al que se atreva a descifrarlo.



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Elijo hablar de El jardín de los senderos que se bifurcan, de Ts’ui Pen, libro del cual, en su famoso cuento homónimo, dice Jorge Luis Borges que «El jardín de los senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên».

Pero si hablo de escritores, de libros y bibliotecas que han sido creados por otros escritores y que existen en otros libros que pueblan otras bibliotecas, los tres primeros pertenecientes al doble fabuloso del universo real, los tres segundos (al menos eso suponemos en la vigilia) pertenecientes a la realidad, no puedo olvidar las enciclopedias.

Elijo hablar del ciclo de novelas de Asimov sobre la Fundación, en el que, previendo siglos de caos, Hari Seldon, padre de la psicohistoria, impulsa la creación de la Enciclopedia Galáctica (idea esta, la de una Enciclopedia Galáctica, que recorre también toda la famosa serie televisiva de divulgación científica escrita y presentada por Carl Sagan, Cosmos). «Con la destrucción de nuestra estructura social», explica Seldon, «la ciencia se romperá en millones de trozos». «Pero», añade, «si ahora preparamos un sumario gigantesco de todos los conocimientos, nunca se perderán».

Elijo señalar que, como en las novelas del ciclo mencionado hay numerosas citas textuales de partes de la Enciclopedia Galáctica, se da la paradoja de que, si fueran reunidos en un libro real todos esos fragmentos de algo que no existe, la nada cobraría existencia parcial. Elijo aquí decir, ergo, que incluir en libros reales citas textuales de libros imaginarios es una de las formas de dar ser al no-ser.

Elijo hablar de ese exquisito poeta metafísico que fue John Donne y que, secretamente risueño en medio del Londres miserable del siglo XVII, de ese Londres del que el gran Burgess escribió que “las calles eran estrechas, adoquinadas, resbaladizas por el limo de los desperdicios”, en ese siglo terrible de la gran peste, de la aterradora peste negra, se divirtió a su manera haciendo el Catalogus Librorum aulicorum incomparabilium et non vendibilium: sumario de libros tan raros como el Judaeo-Christian Pythagoras, proving the numbers 99 and 66 to be identical if you hold the leaf upside down (Pitágoras judeocristiano prueba que los números 99 y 66 son idénticos si se da la vuelta a la hoja) o el On removing the particle ‘not’ from the Ten Commandments and attaching it to the Apostles’ Creed (Quitando la partícula no de los Diez Mandamientos y uniéndola al Santo Credo de los Apóstoles), todos ficticios.

Decir lo indecible sin decirlo, citando los libros que supuestamente lo dicen, ejercicio de filosofía oblicua, pone de manifiesto tanto la fragilidad del conocimiento como la potencia de la imaginación, y esta es tan promisoria que no es posible resignarse a que esos libros no hayan sido escritos nunca ni vayan a ser publicados jamás (excepto, obviamente, el Necronomicon, libro inmundo cuya lectura enloquece y que fue escrito por un loco, pues habría que quemarlo si se publicara y así elegir la ceguera antes que el horror sin retorno). Es duro aceptar que no puedan ser sino el estado, para siempre larvario, de pura posibilidad de algo que habitó alguna vez una esquina de la mente de un escritor que no llegó más que a esbozar su concreción ya imposible.

Este artículo sobre irrealidades lleva una firma apócrifa, que, como la primera persona del singular, no designa a alguien sino que lo inventa o lo crea. Alguien que, por ende, al igual que todo lo pensado (y que, en el caso humano, equivale a «todo», a secas, y que, en tanto pensado, no es ni puede ser nunca lo real), solo es literatura.

Este es un artículo sobre libros ficticios, es decir que, por metáfora, es un artículo sobre todas las cosas deseadas pero imposibles, sobre todos los terrores genuinos pero innombrables, sobre todos los sueños que, demasiado grandes para el día, con su sensata realidad la vigilia refuta. Es un poco de noche para el Día del Libro.



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domingo, 20 de abril de 2014

SUPLEMENTO ELEGÍACO, SEGUNDA PARTE

















SUPLEMENTO ELEGÍACO

Periodistas culturales, médicos y                                       enterradores, 
cortesanos de la Muerte, séquito de                                  los mejores,
pronto aprenden de la Parca el afán                             que ahora nombro
de la jugada imprevista: el hábito                                    del asombro.

Que la Muerte ama llegar a la casa                             por sorpresa

es sabido por los hombres ilustres                             y los vulgares,
pero lo saben mejor, por algunas                              de sus presas,
médicos, enterradores, periodistas                           culturales.

Necrofilia y necrofagia son nombres                       de perversiones

que comparten a la fuerza con buitres                   y con gusanos
periodistas culturales, sacerdotes,                        enterradores,
sepultureros y curas, poetas                                 y matasanos.

Lector, levántate y anda, sacúdete                      la resaca

y reclama a tu quiosquero el Cultural,               que esta flaca
del cortejo de la Pálida te va a contar                 esta vez
la memoria que perdura, no de una                  muerte: de tres

  

“Con él se acaban los simbolistas de absenta...” Leopoldo María Panero, 1970. Foto: César Malet.












Hablábamos de tres muertes. Esta es la del tercer muerto: el ilustre poeta esquizofrénico Leopoldo María Panero, el notable ensayista, el lector de Lacan, de Deleuze, de Poe, el admirador de Lewis Carroll, el Peter Punk de Mondragón y de tantos otros manicomios (el último, el de Las Palmas), que acaba de morir el mes pasado. 


El poeta Leopoldo María Panero Blanc (16 de junio de 1948 - 5 de marzo de 2014). Fotografía de Thomas Canet













Leopoldo María Panero murió el 5 de marzo del 2014, este año en que se cumplen cuatro décadas del estreno de El desencanto (1974), el célebre documental de Chávarri sobre su decadente familia de señoritos de Astorga, los Panero

La madre y los hermanos de Leopoldo María Panero. Fotograma de El desencanto (1974)


"Con él se acaban los románticos rancios que quisieron hacer de su vida una obra de arte; los simbolistas de torre de marfil, absenta y tabú transgredido pour épater les bourgeois; los niños góticos de papá, pérgola y tenis… Fue culto, inteligente, imprevisible, solitario. Fue alcohólico, bisexual, esquizofrénico, adicto a mil sustancias, vagabundo, apologista de ETA, narrador, traductor y poeta. Poeta, sobre todo, y contra todo". Agustín Pérez-Leal (Teruel, 1965, Premio Internacional de Poesía Gerardo Diego por La Noche en Arras, 2006; colaborador de revistas literarias como Turia, de Teruel, Renacimiento, de Sevilla, Archipiélago, de Barcelona, o La estafeta del viento, de Madrid, entre otras) se aparta de las loas acríticas al uso en estos casos y señala lúcidamente el porqué de la importancia de la obra de Panero en este excelente artículo escrito en exclusiva desde Alicante para los hiperestésicos lectores exquisitos y las exigentes lectoras insaciables del Suplemento Cultural de Abc: El último demiurgo.


Leopoldo María Panero en una escena de El desencanto (1974)









Y también en exclusiva para nuestros impíos lectores y nuestras viciosas lectoras, pero esta vez desde Madrid, escribe un cazador que ya ha capturado varias de las imágenes más intensas de la música actual y del wild side contemporáneo (las salvajes e inquietantes imágenes de Panero, entre ellas), el conocido fotógrafo de la Rolling Stone Thomas Canet (Berlín, 1975), que interpela al hechizado fantasma, que él conoció, en esta carta: Peter Punk, el espectro infantil.


El ojerosos fumador compulsivo, el ilustre poeta esquizofrénico Leopoldo María Panero








Siniestro como siempre, nuestro fiel amigo y arrojado secuaz de este, el Suplemento Cultural más raro y mejor de la historia de la prensa paraguaya, el intrépido Julián Sorel, hace una retrospectiva detectivesca del enigmático origen de la "monstruosidad" del poeta: El breakdown, el monstruo y uno mismo.

Desde la izquierda, Juan Luis y Michi Panero y Felicidad Blanc. Los hermanos y la madre de Leopoldo María Panero






Y esta canAllita, Dama Satán, te habla, impaciente lector, voraz lectora, del poeta como, según dijo de sí mismo el propio Panero, el "chivo expiatorio de la familia", y sobre una maldición familiar, y sobre un padre públicamente admirado y, en secreto, no del todo admirable, y sobre una madre egoísta, cobarde y fría, y, en fin, sobre un mundo de mentiras, de complicidad y de silencio, sobre ese mundo terrible y escondido en el que se gestan a la vez el genio y la locura: Los Locos Adams de Astorga.

Leopoldo María Panero habla en El desencanto (1974). Y les roba la película a todos los demás Panero. Para siempre.























SUPLEMENTO ELEGÍACO, PRIMERA PARTE





























SUPLEMENTO ELEGÍACO

Periodistas culturales, médicos y enterradores, 
cortesanos de la Muerte, séquito de los mejores,
pronto aprenden de la Parca el afán que ahora                                                                                      nombro
de la jugada imprevista: el hábito del asombro.

Que la Muerte ama llegar a la casa por sorpresa
es sabido por los hombres ilustres y los vulgares,
pero lo saben mejor, por algunas de sus presas,
médicos, enterradores, periodistas culturales.

Necrofilia y necrofagia son nombres de                                                                            perversiones
que comparten a la fuerza con buitres y con                                                                                      gusanos
periodistas culturales, sacerdotes, enterradores,
sepultureros y curas, poetas y matasanos.

Lector, levántate y anda, sacúdete la resaca
y reclama a tu quiosquero el Cultural, que esta                                                                                           flaca
del cortejo de la Pálida te va a contar esta vez
la memoria que perdura, no de una muerte: de                                                                                           tres


Dama Satán




abriel García Márquez junto al fotógrafo Vasco Szinetar en Caracas en 1982











El nobel de literatura Gabriel Gabo García Márquez se marchó para siempre a Macondo hace tres días

Murió el jueves una de las más potentes voces de ese decisivo fenómeno cultural contemporáneo que fue el Boom latinoamericano. El Azar dio un escenario inquietante –la luna roja que anuncia sangre, el terror del choque mortal del Jaguar de Cheo Feliciano en las sombras de una ruta de Puerto Rico durante la madrugada del Jueves Santo– al final del escritor nacido en Aracata en 1927. Gabo ha muerto, viva Gabo. 

El músico y actor Rubén Blades se despide del novelista y el cantautor muertos este jueves. La identificación con la cultura popular se ve en el peso de la tradición local y en la recreación de su faceta moderna y urbana, que, salvando las diferencias, por supuesto, marcan la literatura de Gabo y la música de Cheo: Feliz viaje, muchachos. Y Cheo se une a los otros fantasmas de la histórica banda fundada en los años 60 en Nueva York, la Fania All Star: La Orquesta de Ultratumba



La Fania All Stars en una fotografía de 1980. “Cheo” Feliciano está sentado en primera fila, al lado de la cantante cubana Celia Cruz














lunes, 7 de abril de 2014

PRIMICIAS EXCLUSIVAS PARA LECTORES (INS)PIRADOS


Ian Curtis en una fotografía de Kevin Cummins
























«Entre las muchas formas de combatir la nada, una de las mejores es hacer fotografías»
(Julio Cortázar, Las armas secretas)

«Si tus fotografías no son buenas, es que no te acercaste lo suficiente» (Robert Capa)


Ian Curtis camina por Manchester City un día de 1979 en esta foto de Cummins











Congeló escenas emblemáticas de Warsaw, Joy Division, New Order, Morrissey, The Smiths, Happy Mondays, The Stone Roses, Oasis. Creció con la expansión comercial de Manchester gracias a su nuevo rubro de exportación, tras los tejidos de algodón del periodo industrial: la música. Presente en toda esta historia –se hacía familiar a los músicos para no restar naturalidad a sus imágenes al fotografiarlos– la reflejó en fotos para New Musical Express, NME, cuyo director de fotografía fue por diez años: Kevin Cummins, el fotógrafo de la música de Manchester

Mozz en Dublín en 1991. Foto de Kevin Cummins
























Una selección de las impactantes imágenes en las que capturó escenas de la historia musical –y de la historia, a secas– de las dos décadas en las que siguió y retrató a los artistas de la movida de Manchester ha visitado ahora mismo Buenos Aires en el ciclo organizado por la embajada británica y UltraBrit «Manchester en Buenos Aires». La exposición de fotografías de Kevin Cummins se abrió solo hasta ayer, último día, domingo 6 de abril, en el Centro Cultural Borges. Mientras este ciclo u otro parecido llega a Asunción, tu canAllita, Dama Satán, te trajo info, opinión, imágenes y una entrevista hecha a Kevin Cummins durante su estancia porteña de bares, fútbol y cerveza, en exclusiva desde las polucionadas veredas de Buenos Aires para los audaces y vanguardistas lectores del más genuinamente cool-tural e (ins)pirado de los suplementos culturales del país, el Suplemento Cultural de ABC Color. 

Kevin Cummins, fotógrafo de la música de Manchester

























Complemento importante de todo tema cultural moderno y urbano, el concepto de gueto, en este caso según el sociólogo francés Ioïc Wacquant, nos lo trae esta reseña de Victorio Suárez: Las dos caras de un gueto. La entrevista a Kevin Cummins, hecha en Baires por Annabel Pitaud: Capturar el sonido rock en una imagen atípica. La intro al tema Cummins y Manchester, que Julián Sorel olvidó firmar: Kevin Cummins, el fótografo de la música de Manchester

El sociólogo francés Ioïc Wacquant analiza, como concepto y fenómeno, el gueto













Y para aquellos secretamente violentos lectores aguerridos, para aquellas curiosas lectoras temerarias: Ironías aparte, la música existe. A propósito de Manchester, por Dama Satán. 

The Smiths de pie en la famosa foto de Stephen Wright en 1985 frente al Salford Lads